Psicología de la conciencia
La anestesia general es muy diferente a la de dormir. Tiene que serlo; si estuvieras dormido, el bisturí del cirujano te despertaría rápidamente. Los estados de anestesia profunda tienen más en común con condiciones catastróficas como el coma y el estado vegetativo, donde la conciencia está completamente ausente.
Sin embargo, bajo anestesia general, las cosas son diferentes. Podría haber estado anestesiado durante cinco minutos, cinco horas, cinco años, incluso cincuenta. Y “bajo” no lo expresa del todo. Simplemente no estaba allí, una premonición del olvido total de la muerte, y, en su ausencia de todo, una extrañamente reconfortante.
La anestesia general no sólo funciona en tu cerebro o en tu mente. Trabaja sobre tu conciencia. Al alterar el delicado equilibrio electroquímico de los circuitos neuronales del interior de la cabeza, se suprime temporalmente el estado básico de lo que es “ser”. En este proceso reside uno de los mayores misterios que quedan en la ciencia, y también en la filosofía.
De alguna manera, dentro de cada uno de nuestros cerebros, la actividad combinada de miles de millones de neuronas, cada una de ellas una pequeña máquina biológica, está dando lugar a una experiencia consciente. Y no cualquier experiencia consciente, sino tu experiencia consciente, aquí y ahora.
Estados de conciencia
Ejemplos del abanico de descripciones, definiciones o explicaciones son: la simple vigilia, la sensación de ser uno mismo o el alma que se explora “mirando hacia dentro”; ser una “corriente” metafórica de contenidos, o ser un estado mental, un acontecimiento mental o un proceso mental del cerebro; tener phanera o qualia y subjetividad; ser “algo que se parece” a “tener” o “ser”; ser el “teatro interior” o el sistema de control ejecutivo de la mente[11].
Los filósofos occidentales, desde la época de Descartes y Locke, han luchado por comprender la naturaleza de la conciencia y cómo encaja en una imagen más amplia del mundo. Estas cuestiones siguen siendo fundamentales tanto en la filosofía continental como en la analítica, en la fenomenología y en la filosofía de la mente, respectivamente. Algunas cuestiones básicas son: si la conciencia es el mismo tipo de cosa que la materia; si puede ser posible que las máquinas de computación como los ordenadores o los robots sean conscientes; cómo se relaciona la conciencia con el lenguaje; cómo se relaciona la conciencia como Ser con el mundo de la experiencia; el papel del yo en la experiencia; si el pensamiento individual es posible en absoluto; y si el concepto es fundamentalmente coherente.
Dónde se encuentra la conciencia
Para explicar la conciencia como un proceso físico debemos reconocer el papel de la energía en el cerebro. La actividad energética es fundamental para todos los procesos físicos y dirige causalmente el comportamiento biológico. Las recientes pruebas neurocientíficas pueden interpretarse de forma que sugieran que la conciencia es un producto de la organización de la actividad energética en el cerebro. Sin embargo, la naturaleza de la energía en sí misma sigue siendo un gran misterio, y no entendemos del todo cómo contribuye a la función cerebral o a la conciencia. Según el principio aquí esbozado, la energía, junto con las fuerzas y el trabajo, puede describirse como diferencias actualizadas de movimiento y tensión. Al observar los sistemas físicos, podemos inferir que hay algo que se parece a la diferencia actualizada desde la perspectiva intrínseca del sistema. La conciencia se produce porque hay algo que se parece, intrínsecamente, a sufrir una determinada organización de diferencias actualizadas en el cerebro.
“Si los procesos mentales son realmente procesos físicos, entonces hay algo que es, intrínsecamente, someterse a ciertos procesos físicos. Lo que es que tal cosa sea así sigue siendo un misterio”.
De dónde viene la conciencia
Explicar cómo algo tan complejo como la conciencia puede surgir de un bulto gris y gelatinoso de tejido en la cabeza es, sin duda, el mayor reto científico de nuestro tiempo. El cerebro es un órgano extraordinariamente complejo, formado por casi 100.000 millones de células -conocidas como neuronas-, cada una de ellas conectada a otras 10.000, lo que supone unos diez billones de conexiones nerviosas.
Hemos avanzado mucho en la comprensión de la actividad cerebral y su contribución al comportamiento humano. Pero lo que nadie ha conseguido explicar hasta ahora es cómo todo esto se traduce en sentimientos, emociones y experiencias. ¿Cómo es que el paso de señales eléctricas y químicas entre las neuronas da lugar a una sensación de dolor o a una experiencia de color rojo?
Durante gran parte del siglo XX hubo un gran tabú a la hora de cuestionar el misterioso mundo interior de la conciencia: no se consideraba un tema adecuado para la “ciencia seria”. Las cosas han cambiado mucho, y ahora hay un amplio acuerdo en que el problema de la conciencia es una cuestión científica seria. Pero muchos investigadores de la conciencia subestiman la profundidad del reto, creyendo que sólo tenemos que seguir examinando las estructuras físicas del cerebro para averiguar cómo producen la conciencia.