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¿Qué estimulan los cuentos?

marzo 30, 2022

Por qué contamos historias

Contar historias es la actividad social y cultural de compartirlas, a veces con improvisación, teatro o adornos. Cada cultura tiene sus propias historias o relatos, que se comparten como medio de entretenimiento, educación, preservación cultural o inculcación de valores morales[1] Los elementos cruciales de las historias y la narración son la trama, los personajes y el punto de vista narrativo.

Es anterior a la escritura. Las primeras formas de contar historias solían ser orales, combinadas con gestos y expresiones.[cita requerida] Algunos arqueólogos[que…] creen que el arte rupestre, además de un papel en los rituales religiosos, puede haber servido como forma de contar historias para muchas culturas antiguas[3] Los aborígenes australianos pintaban en las paredes de las cuevas los símbolos que también aparecen en las historias como medio para ayudar al narrador a recordar la historia. A continuación, la historia se contaba mediante una combinación de narración oral, música, arte rupestre y danza, que aportaban comprensión y significado a la existencia humana a través del recuerdo y la representación de historias[4][página necesaria] Los pueblos han utilizado los troncos tallados de árboles vivos y medios efímeros (como la arena y las hojas) para registrar los cuentos populares en imágenes o con la escritura[cita necesaria] Las formas complejas de tatuaje también pueden representar historias, con información sobre la genealogía, la afiliación y el estatus social[5].

Investigación de historias

Contar historias es un acto comunitario que implica compartir conocimientos y valores.  Es uno de los elementos más unificadores de la humanidad, central en la existencia humana, que tiene lugar en todas las culturas conocidas del mundo.

En 1944, se mostró a 34 estudiantes universitarios de Massachusetts un cortometraje con dos triángulos y un círculo moviéndose por la pantalla. Se les pidió que describieran la escena. Todos, excepto uno, describieron los movimientos con relatos elaborados y humanos, entre ellos:

Este estudio demuestra nuestra tendencia a personificar formas abstractas y buscarnos a nosotros mismos en los objetos que nos rodean. Esto se llama pareidolia, o “la percepción imaginaria de un patrón o significado donde no existe realmente”. Es lo que ocurre cuando vemos una cara en un enchufe, o cuando vemos formas en las nubes.

Cuando consumimos información poco interesante, como escuchar una presentación con viñetas aburridas, se activa cierta parte de nuestro cerebro llamada área de Wernicke para traducir las palabras en significado. Y eso es todo lo que ocurre.

Narración neurocientífica

El padre de Ben nos cuenta lo difícil que es estar alegre cerca de Ben porque el padre sabe lo que le espera. Pero al final decide encontrar la fuerza para ser realmente feliz por el bien de Ben, hasta el último aliento de éste.

Un análisis reciente identifica esta historia del “viaje del héroe” como la base de más de la mitad de las películas que salen de Hollywood, y de innumerables libros de ficción y no ficción. Y, si nos fijamos, esta estructura está en la mayoría de las charlas TED más vistas.

¿Por qué nos atraen tanto las historias? Mi laboratorio ha pasado los últimos años tratando de entender por qué las historias pueden conmovernos hasta las lágrimas, cambiar nuestras actitudes, opiniones y comportamientos, e incluso inspirarnos, y cómo las historias cambian nuestro cerebro, a menudo para mejor. Esto es lo que hemos aprendido.

La primera parte de la respuesta es que, como criaturas sociales que se relacionan regularmente con extraños, las historias son una forma eficaz de transmitir información y valores importantes de un individuo o comunidad a otro. Las historias personales y emocionalmente atractivas atraen más al cerebro y, por tanto, se recuerdan mejor que una simple exposición de hechos.

Cerebro narrador

Está tranquilo y oscuro. El teatro está en silencio. James Bond se desliza por el borde de un edificio mientras su enemigo apunta. Aquí, entre el público, el ritmo cardíaco aumenta y las palmas de las manos sudan.    Sé que esto es cierto porque, en lugar de disfrutar yo mismo de la película, estoy midiendo la actividad cerebral de una docena de espectadores. Para mí, la emoción tiene un origen diferente: Estoy viendo un increíble ballet neuronal en el que una línea argumental cambia la actividad de los cerebros de las personas.

Muchos empresarios ya han descubierto el poder de la narración en un sentido práctico: han observado lo convincente que puede ser una narración bien construida. Pero recientes trabajos científicos están precisando mucho más cómo las historias cambian nuestras actitudes, creencias y comportamientos.

Como criaturas sociales, dependemos de los demás para sobrevivir y ser felices. Hace una década, mi laboratorio descubrió que un neuroquímico llamado oxitocina es una señal clave de “es seguro acercarse a los demás” en el cerebro. La oxitocina se produce cuando se confía en nosotros o se nos muestra una bondad, y motiva la cooperación con los demás. Lo hace aumentando el sentido de la empatía, nuestra capacidad de experimentar las emociones de los demás. La empatía es importante para las criaturas sociales porque nos permite entender cómo es probable que reaccionen los demás ante una situación, incluidos aquellos con los que trabajamos.

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