El príncipe feliz texto
El príncipe feliz y otros cuentos (o historias) es una colección de cuentos para niños de Oscar Wilde publicada por primera vez en mayo de 1888. Contiene cinco cuentos: “El príncipe feliz”, “El ruiseñor y la rosa”, “El gigante egoísta”, “El amigo devoto” y “El notable cohete”.
En una ciudad llena de pobres que sufren, una golondrina que se quedó atrás después de que su bandada volara a Egipto para pasar el invierno[1] se encuentra con la estatua del difunto “Príncipe Feliz”,[2] que en realidad nunca ha experimentado el verdadero dolor, pues vivía en un palacio donde no se permitía la entrada del dolor. Desde su alto monumento,[2] el Príncipe Feliz, viendo varias escenas de gente que sufre en la pobreza,[3] le pide a la golondrina que tome el rubí de su empuñadura,[2] los zafiros de sus ojos,[4] y el pan de oro que cubre su cuerpo[5] para dárselo a los pobres. Cuando llega el invierno y el Príncipe Feliz se ve despojado de toda su belleza, su corazón de plomo se rompe cuando la golondrina muere como consecuencia de sus actos desinteresados y del intenso frío. [El pueblo, inconsciente de su buena acción, retira la estatua del pilar debido a su ruindad (con la intención de sustituirla por una del Alcalde,[6]) y el metal se funde en un horno, dejando atrás el corazón roto y la golondrina muerta; son arrojados en un montón de polvo.[7] Estos son llevados al cielo por un Ángel que los ha considerado las dos cosas más preciosas de la ciudad. Esto es afirmado por Dios, y viven para siempre en su “ciudad de oro”[6] y jardín del Paraíso.
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En un año en el que se han dedicado decenas de columnas al redescubrimiento de Wilde, con el estreno del largometraje Wilde, protagonizado por Stephen Fry, la controvertida obra de teatro de Thomas Kilroy La vida secreta de Constance Wilde y, al menos, una nueva biografía, parece extraño -por no decir otra cosa- que nadie haya intentado una reevaluación de estos extraordinarios escritos. No cabe duda de que los relatos de Una casa de granadas son difíciles de leer, salvo para los lectores más decididos; Aun así, su lenguaje casi bíblico y sus elaboradas localizaciones exóticas los hacen infinitamente fascinantes, y hay mucho con lo que un niño puede identificarse en las imágenes gemelas de la pequeña y dura Infanta, obligada a celebrar su cumpleaños sin su padre, que ha estado postrada por el dolor desde la muerte de su madre, y el vulnerable e inocente Enano que es traído para entretenerla y que muere él mismo cuando tropieza con un espejo en el palacio y se enfrenta a su propia fealdad.
El género del gigante egoísta
En lo alto de la ciudad, sobre una alta columna, se alzaba la estatua del Príncipe Feliz. Estaba dorado por todas partes con finas hojas de oro fino, por ojos tenía dos zafiros brillantes, y un gran rubí rojo brillaba en la empuñadura de su espada.
Era realmente muy admirado. “Es tan bello como una veleta”, comentó uno de los concejales que deseaba ganarse la reputación de tener gustos artísticos; “sólo que no es tan útil”, añadió, temiendo que la gente lo considerara poco práctico, cosa que en realidad no era.
Una noche sobrevoló la ciudad una pequeña golondrina. Sus amigos se habían marchado a Egipto seis semanas antes, pero él se había quedado, pues estaba enamorado de la más bella Reed. La había conocido a principios de la primavera, mientras volaba por el río tras una gran polilla amarilla, y se había sentido tan atraído por su esbelta cintura que se había detenido a hablar con ella.
“¿Te quiero?”, dijo la golondrina, a la que le gustaba ir al grano de inmediato, y el junco le hizo una baja reverencia. Entonces voló alrededor de ella, tocando el agua con sus alas y haciendo ondas de plata. Este fue su cortejo, que duró todo el verano.
El príncipe feliz cuento corto
Es la obra más conocida de Wilde y, sin duda, mi favorita por sus deslumbrantes diálogos. En cuanto al género, es una mezcla de comedia costumbrista, sátira social, parodia y disparate. En cuanto al tema, trata las cosas triviales con mucha seriedad y las cosas serias con trivialidad.
Gwendolen y su formidable madre, Lady Bracknell, llaman ahora a Algernon, que distrae a Lady Bracknell en otra habitación mientras Jack le propone matrimonio a Gwendolen. Ella acepta, pero parece amarlo en gran medida por su nombre profeso de Ernesto. En consecuencia, Jack resuelve rebautizarse como “Ernest”. Al descubrirlos en este intercambio íntimo, Lady Bracknell entrevista a Jack como posible pretendiente. Horrorizada al enterarse de que fue adoptado tras ser descubierto cuando era un bebé en un bolso en la estación Victoria, lo rechaza y le prohíbe todo contacto con su hija. Sin embargo, Gwendolen se las arregla para prometerle a escondidas su amor eterno. Mientras Jack le da su dirección en el campo, Algernon la anota subrepticiamente en el puño de su manga: la revelación de Jack sobre su joven, bonita y rica, ha motivado a su amigo a conocerla.