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¿Qué son los cinco sentidos y para qué sirven?

marzo 29, 2022

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Las formas de entender y percibir el mundo que nos rodea como humanos se conocen como sentidos. Tenemos cinco sentidos tradicionales: el gusto, el olfato, el tacto, el oído y la vista. Los estímulos de cada órgano sensorial del cuerpo se transmiten a diferentes partes del cerebro a través de varias vías. La información sensorial se transmite desde el sistema nervioso periférico hasta el sistema nervioso central. Una estructura del cerebro llamada tálamo recibe la mayoría de las señales sensoriales y las transmite a la zona apropiada de la corteza cerebral para que las procese. Sin embargo, la información sensorial relativa al olor se envía directamente al bulbo olfativo y no al tálamo. La información visual se procesa en la corteza visual del lóbulo occipital, el sonido se procesa en la corteza auditiva del lóbulo temporal, los olores se procesan en la corteza olfativa del lóbulo temporal, las sensaciones táctiles se procesan en la corteza somatosensorial del lóbulo parietal y el gusto se procesa en la corteza gustativa del lóbulo parietal.

¿Cuántos sentidos tenemos?

El sistema nervioso debe recibir y procesar información sobre el mundo exterior para reaccionar, comunicarse y mantener el cuerpo sano y seguro. Gran parte de esta información llega a través de los órganos sensoriales: los ojos, los oídos, la nariz, la lengua y la piel. Las células y los tejidos especializados de estos órganos reciben los estímulos en bruto y los traducen en señales que el sistema nervioso puede utilizar. Los nervios transmiten las señales al cerebro, que las interpreta como vista (visión), sonido (audición), olor (olfacción), sabor (gustación) y tacto (percepción táctil).

Los ojos se encuentran en las órbitas del cráneo, protegidos por hueso y grasa. La parte blanca del ojo es la esclerótica. Protege las estructuras interiores y rodea un portal circular formado por la córnea, el iris y la pupila. La córnea es transparente para permitir que la luz entre en el ojo, y curvada para dirigirla a través de la pupila que hay detrás. La pupila es en realidad una abertura en el disco coloreado del iris. El iris se dilata o se contrae, ajustando la cantidad de luz que pasa a través de la pupila y hacia el cristalino. La lente curvada enfoca entonces la imagen en la retina, la capa interior del ojo. La retina es una delicada membrana de tejido nervioso que contiene células fotorreceptoras. Estas células, los bastones y los conos, traducen la luz en señales nerviosas. El nervio óptico lleva las señales del ojo al cerebro, que las interpreta para formar imágenes visuales.

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En los organismos, un órgano sensorial consiste en un grupo de células sensoriales interrelacionadas que responden a un tipo específico de estímulo físico. A través de los nervios craneales y espinales (nervios de los sistemas nerviosos central y periférico que transmiten la información sensorial hacia y desde el cerebro y el cuerpo), los diferentes tipos de células receptoras sensoriales (como mecanorreceptores, fotorreceptores, quimiorreceptores, termorreceptores) en los órganos sensoriales transducen la información sensorial desde estos órganos hacia el sistema nervioso central, llegando finalmente a las cortezas sensoriales en el cerebro, donde las señales sensoriales son procesadas e interpretadas (percibidas).

Los animales no humanos experimentan la sensación y la percepción, con distintos niveles de similitud y diferencia con los humanos y otras especies animales. Por ejemplo, los mamíferos en general tienen un sentido del olfato más fuerte que los humanos. Algunas especies animales carecen de uno o más sistemas sensoriales análogos a los humanos y otras tienen sistemas sensoriales que no se encuentran en los humanos, mientras que otras procesan e interpretan la misma información sensorial de maneras muy diferentes. Por ejemplo, algunos animales son capaces de detectar campos eléctricos[8] y magnéticos,[9] la humedad del aire.[10] o la luz polarizada,[11] Otros perciben y perciben a través de sistemas alternativos como la ecolocalización.[12][13] Teorías recientes sugieren que las plantas y los agentes artificiales, como los robots, pueden ser capaces de detectar e interpretar la información ambiental de forma análoga a los animales.[14][15][16]

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Nuestros sentidos nos conectan con el mundo. A través de complejos sistemas que comienzan con células que responden a estímulos físicos y envían señales a través de un laberinto de circuitos cerebrales, podemos saber -tanto de forma consciente como no- lo que ocurre a nuestro alrededor y dentro de nuestro cuerpo.

Es un proceso dinámico. El cerebro no es simplemente una estación receptora de señales sensoriales, y lo que vemos, oímos y sentimos está constantemente moldeado por emociones, recuerdos, estados de ánimo y creencias. Nuestra percepción del mundo es una creación del cerebro, y la misma sensación física puede experimentarse de forma muy diferente en distintos momentos de la vida, e incluso de un día para otro.

Tradicionalmente nos referimos a los cinco sentidos de la vista, el oído, el gusto, el olfato y el tacto, un esquema que se remonta a Aristóteles. Pero esto es una simplificación. También tenemos sistemas sensoriales que nos informan de la posición de nuestro cuerpo (y de partes del mismo), de las sensaciones viscerales, de la temperatura y del dolor, por ejemplo.1

Aunque cada sistema sensorial es único, comparten características básicas y similitudes de estructura y función. Por ejemplo, todos están aparentemente activos al nacer, aunque pueden permanecer en un estado rudimentario durante semanas o meses y seguir desarrollándose durante la infancia y la adolescencia. Todos tienen el mismo esquema neuronal básico: un órgano sensorial que convierte fenómenos físicos como la luz, el sonido o la presión en impulsos eléctricos, y haces de fibras nerviosas para llevar estos impulsos al cerebro. Los datos sensoriales suelen pasar por el tálamo, una especie de estación de conmutación situada en la parte superior del tronco cerebral, de camino a las zonas del córtex diseñadas para procesarlos: el córtex auditivo en el lóbulo temporal para la audición, por ejemplo, y el córtex visual en el lóbulo occipital para la vista. El olfato -el más antiguo de los sentidos- es una excepción: las señales van directamente de los receptores de la nariz al bulbo olfativo, en una parte más primitiva del cerebro.

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