Vía olfativa
El sentido del olfato le ayuda a disfrutar de la vida. Puede deleitarse con los aromas de sus comidas favoritas o la fragancia de las flores. Su sentido del olfato es también un sistema de alerta, que le avisa de señales de peligro como una fuga de gas, comida en mal estado o un incendio. Cualquier pérdida del sentido del olfato puede tener un efecto negativo en su calidad de vida. También puede ser un signo de problemas de salud más graves.
Entre el uno y el dos por ciento de los norteamericanos afirman tener problemas con su sentido del olfato. Los problemas con el sentido del olfato aumentan a medida que la gente envejece, y son más comunes en los hombres que en las mujeres. En un estudio, casi una cuarta parte de los hombres de entre 60 y 69 años tenía un trastorno del olfato, mientras que alrededor del 11% de las mujeres de ese rango de edad declaraba tener un problema.
Muchas personas que padecen trastornos del olfato también notan problemas con el sentido del gusto. Para obtener más información sobre el sentido del gusto y su relación con el sentido del olfato, lea la publicación del NIDCD sobre los trastornos del gusto.
La capacidad olfativa proviene de unas células sensoriales especializadas, denominadas neuronas sensoriales olfativas, que se encuentran en una pequeña porción de tejido en el interior de la nariz. Estas células se conectan directamente con el cerebro. Cada neurona olfativa tiene un receptor de olores. Las moléculas microscópicas liberadas por las sustancias que nos rodean -ya sea el café que se prepara o los pinos de un bosque- estimulan estos receptores. Una vez que las neuronas detectan las moléculas, envían mensajes al cerebro, que identifica el olor. Hay más olores en el entorno que receptores, y cualquier molécula puede estimular una combinación de receptores, creando una representación única en el cerebro. Estas representaciones son registradas por el cerebro como un olor particular.
Disfunción olfativa
Los cubrimientos faciales son opcionales en las oficinas, las salas de conferencias, los laboratorios de investigación, las viviendas y los espacios públicos de los edificios. Sin embargo, es obligatorio en todos los espacios de enseñanza, los laboratorios de enseñanza, los laboratorios de informática, los autobuses, las bibliotecas, las instalaciones clínicas y los espacios de reunión entre estudiantes y personal y entre estudiantes y profesores.
McGann, que lleva 14 años estudiando el sistema olfativo, o el sentido del olfato, pasó parte del último año revisando las investigaciones existentes, examinando los datos y profundizando en los escritos históricos que ayudaron a crear la idea errónea, largamente sostenida, de que el sentido del olfato humano era inferior debido al tamaño del bulbo olfativo.
“Durante mucho tiempo la gente no se detuvo a cuestionar esta afirmación, ni siquiera las personas que se ganan la vida estudiando el sentido del olfato”, dice McGann, que estudia cómo el cerebro entiende los estímulos sensoriales utilizando la información obtenida de la experiencia previa. “El hecho es que el sentido del olfato es tan bueno en los humanos como en otros mamíferos, como los roedores y los perros”.
El ser humano puede discriminar tal vez un billón de olores diferentes, afirma, lo cual es mucho más que la afirmación de “la sabiduría popular y los libros de texto de introducción a la psicología de escasa procedencia”, que insisten en que el ser humano sólo puede detectar unos 10.000 olores diferentes.
Hiperosmia
Esta imagen puede parecer una máscara de feria, pero en realidad muestra las estructuras clave que los mamíferos utilizan cada vez que huelen. La “boca” es la cavidad nasal de un ratón, que está revestida de células especializadas en detectar olores (en verde). Estas células envían señales a los bulbos olfativos, los “ojos” redondos de la imagen.
Cada vez que hueles una panadería, una nube de sustancias químicas se arremolina en tu nariz. Identificar el olor como pan recién horneado es un proceso complicado. Pero, en comparación con los demás sentidos, el del olfato suele estar infravalorado. Los científicos que estudian la olfacción han arrojado luz sobre el funcionamiento de nuestro sentido del olfato y han aportado pruebas convincentes de que es más sofisticado de lo que se creía.En una encuesta realizada a 7.000 jóvenes de todo el mundo, cerca de la mitad de los que tenían entre 16 y 30 años afirmaron que preferirían perder su sentido del olfato antes que renunciar al acceso a la tecnología, como los ordenadores portátiles o los teléfonos móviles.
“No somos tan conscientes del uso que hacemos del olfato en nuestra vida diaria”, explica Noam Sobel, científico que estudia el olfato en el Instituto de Ciencias Weizmann. Pero el 5 por ciento de nuestro ADN está dedicado a la olfacción, un hecho que subraya lo importante que es nuestro sentido del olfato, afirma.
Sistema olfativo
Como se describe en Cómo funciona el olfato, cuando se detecta un olor, las neuronas olfativas de la parte superior de la nariz generan un impulso que se transmite al cerebro a través del nervio olfativo. La parte del cerebro a la que llega en primer lugar se llama bulbo olfativo, que procesa la señal y a continuación transmite la información sobre el olor a otras áreas estrechamente conectadas con él, conocidas colectivamente como sistema límbico.
A menudo se considera que es la parte antigua o primitiva del cerebro porque estas mismas estructuras estaban presentes en el cerebro de los primeros mamíferos. Saber esto nos ayuda a entender por qué el olfato desempeña un papel tan importante en la memoria, el estado de ánimo y las emociones.
El sentido del olfato está estrechamente relacionado con la memoria, probablemente más que cualquiera de nuestros otros sentidos. Quienes tienen una función olfativa completa pueden pensar en olores que evocan recuerdos particulares; el olor de un huerto en flor evoca recuerdos de un picnic de la infancia, por ejemplo. A menudo, esto puede ocurrir de forma espontánea, con un olor que actúa como desencadenante para recordar un acontecimiento o una experiencia olvidada hace tiempo. Marcel Proust, en su libro “A Recherche Du Temps Perdu” (traducido como “Recuerdo de las cosas pasadas” o “En busca del tiempo perdido”), escribió que un bocado de una magdalena le evocaba vívidamente los recuerdos de su infancia cuando su tía le daba ese mismo pastel antes de ir a misa un domingo.