El príncipe feliz preguntas y respuestas adicionales
Oscar Wilde: famoso, exitoso, rico, popular, bien alimentado, el favorito de la sociedad londinense, la quintaesencia del inglés, deslumbrando a sus admiradores con un ingenio chispeante, aunque superficial, lanzando ingeniosos epigramas, escribiendo obras de teatro “hilarantes” sobre las encantadoras debilidades de la aristocracia, sin ninguna preocupación en el mundo.
Así es Wilde en 1888. Es un nacionalista irlandés (escribe en defensa de Parnell), y un anarquista y simpatizante socialista (El alma del hombre bajo el socialismo defiende un tipo de anarquismo en el que todo el mundo es libre de explorar su propio arte; en términos más prácticos, Wilde se unió a la campaña para el indulto de los anarquistas que se enfrentaban a la ejecución por su supuesto papel en la masacre de Haymarket). No es del todo el dandi afeminado que se cree que es: en Oxford fue boxeador y una vez golpeó a tres compañeros que le habían atacado en masa. Cuando viajó por América, tuvo poco tiempo para los ricos y sofisticados, pero encontró amigos entre los mineros y los trabajadores con los que podía beber whisky. Años más tarde, al hablar de cómo su Balada de la cárcel de Reading iba a ser publicada en un periódico leído por “las clases criminales”, se entusiasmó diciendo que “por primera vez me leerán mis compañeros”. A los 36 años, después de diez años de dificultades, ya ni siquiera se le podía considerar un joven con talento, un talento prometedor para el futuro. En cuanto a su compromiso con el esteticismo, él mismo expresó graves dudas:
El príncipe feliz preguntas de comprensión
El presente libro es una versión actualizada de mi tesis doctoral, “El papel del lector en la obra narrativa y dramática de Oscar Wilde”, por la que obtuve el título de Doctor en Filología Inglesa y la distinción unánime “Summa Cum Laude” por la Universidad de La Rioja en 2002. Con motivo del 160 aniversario del nacimiento de Oscar Wilde, he ampliado mi tesis doctoral para incluir un análisis de las principales obras críticas sobre Wilde escritas en los primeros años del siglo XXI con un doble propósito, a saber, complementar las líneas de investigación exploradas en mi anterior estudio con las últimas aportaciones sobre el tema y situarlo en un marco actualizado para reforzar las conclusiones alcanzadas en él a la luz de las investigaciones wildeanas más recientes.
Este estudio, que lleva por título “El papel del lector en las obras narrativas y dramáticas de Oscar Wilde”, constituye una aproximación crítica a los escritos creativos de Oscar Wilde desde la hipótesis de que éstos apelan a la participación activa del lector en la construcción de su significado. Esta tesis doctoral tiene un doble objetivo: en primer lugar, mostrar que el énfasis que pone Wilde en el papel creativo del lector en sus escritos críticos le hace concebirlo como cocreador en la producción de significado; en segundo lugar, explorar las estrategias literarias que Wilde emplea para impulsar al lector a participar activamente en la construcción del significado de sus obras narrativas y dramáticas, así como arrojar luz sobre la crítica social que se deriva de ellas.
Describe la estatua del príncipe feliz
El príncipe feliz y otros cuentos (o historias) es una colección de cuentos para niños de Oscar Wilde publicada por primera vez en mayo de 1888. Contiene cinco cuentos: “El príncipe feliz”, “El ruiseñor y la rosa”, “El gigante egoísta”, “El amigo devoto” y “El notable cohete”.
En una ciudad llena de pobres que sufren, una golondrina que se quedó atrás después de que su bandada volara a Egipto para pasar el invierno[1] se encuentra con la estatua del difunto “Príncipe Feliz”,[2] que en realidad nunca ha experimentado el verdadero dolor, pues vivía en un palacio donde no se permitía la entrada del dolor. Desde su alto monumento,[2] el Príncipe Feliz, viendo varias escenas de gente que sufre en la pobreza,[3] le pide a la golondrina que tome el rubí de su empuñadura,[2] los zafiros de sus ojos,[4] y el pan de oro que cubre su cuerpo[5] para dárselo a los pobres. Cuando llega el invierno y el Príncipe Feliz se ve despojado de toda su belleza, su corazón de plomo se rompe cuando la golondrina muere como consecuencia de sus actos desinteresados y del intenso frío. [El pueblo, inconsciente de su buena acción, retira la estatua del pilar por su ruindad (con la intención de sustituirla por una del Alcalde,[6]) y el metal se funde en un horno, dejando atrás el corazón roto y la golondrina muerta; son arrojados en un montón de polvo.[7] Estos son llevados al cielo por un Ángel que los ha considerado las dos cosas más preciosas de la ciudad. Esto es afirmado por Dios, y viven para siempre en su “ciudad de oro”[6] y jardín del Paraíso.
Resumen de El príncipe feliz
El lenguaje de la infancia decadente en los cuentos de Oscar WildeDeseo examinar de cerca la forma en que se representa el ámbito de la infancia como contexto referencial de situación y la forma en que se construye y revela la identidad de los niños wildeanos en los cuentos en los que los niños están involucrados y desempeñan un papel importante: “El príncipe feliz”, “El gigante egoísta”, “El joven rey” y “El niño-estrella”. Para analizar el lenguaje de estos cuentos, y lo que Zipes denomina su “sutileza y arte”, me centraré en la articulación de la expresión y la representación en la formulación de lo que puede considerarse una etapa arquetípica en cualquier cuento popular o literario: la transformación o metamorfosis del niño.
Los verdaderos escritores “clásicos” de cuentos de hadas, que dejaron huella no sólo en su época, sino que han seguido hablándonos hoy en día, fueron George MacDonald, Oscar Wilde y L. Frank Baum, el vástago estadounidense del movimiento británico. Fueron ellos quienes utilizaron el cuento de hadas como un espejo radical para reflejar lo que estaba mal en el discurso general sobre los modales, las costumbres y las normas de la sociedad, y lo comentaron modificando el discurso específico sobre la civilización en el género de los cuentos de hadas. El cuento de hadas ya no debía ser como el espejo, el espejo en la pared que reflejaba los estándares cosméticos burgueses de belleza y virtud que parecían no adulterados y puros. El cuento de hadas y el espejo se resquebrajaron en partes afiladas y radicales a finales del siglo XIX. Esto era cierto para todos los cuentos, tanto los escritos para niños como para adultos. Había más dinamita social en el contenido de los cuentos, también más sutileza y arte. (99)