Ser madre quora
¿Sientes que obtuviste lo que necesitabas de tu madre? ¿Sientes que obtienes lo que necesitas de la vida? Ambas cosas pueden estar interrelacionadas. Cuando nos sentimos nutridos y apoyados por nuestras madres, solemos sentirnos nutridos y apoyados en la vida. Por el contrario, cuando sentimos que nuestras madres no pudieron darnos lo que necesitábamos, a menudo nos sentimos defraudados por la vida. Si no nos sentimos seguros o apoyados desde el principio, de adultos podemos experimentar la vida -los alimentos que comemos, el entorno en el que vivimos, las relaciones que tenemos- como algo inseguro y que no nos apoya.
Centrarnos en lo que no conseguimos puede traernos aún más sufrimiento e infelicidad. No podemos cambiar lo que fue, pero podemos cambiar lo que es. Una nueva relación con nuestra madre es posible, aunque haya fallecido. Sin embargo, si está viva, hay una regla fundamental: No esperes que cambie o que sea diferente de lo que es. Eres tú quien debe mantener la relación de forma diferente. Puedes recibir algo bueno de ella, aunque sólo haya una pequeña apertura. Hónrala dándote a ti mismo las cosas que ella no pudo dar. Verte expandido en la vida es un gran regalo para ella.
¿Qué se siente al tener un hijo?
Antes de que naciera mi primer hijo, disfrutaba de mi trabajo como trabajadora social y me preocupaba no sentirme tan realizada si me quedaba en casa como madre a tiempo completo. Después de que naciera Jacob, mis temores parecían hacerse realidad. Cuando tenía varios meses, la novedad y la emoción de ser madre habían desaparecido y me sentía sola y desanimada. Echaba de menos la relación diaria con los compañeros de trabajo, la gratificación de saber que estaba marcando la diferencia en el mundo y el reconocimiento de un trabajo bien hecho. Sobre todo, echaba de menos la sensación de logro que se producía cuando terminaba una tarea aparentemente insuperable. Estaba agradecida de que los ingresos de mi marido me permitieran quedarme en casa -y sabía que estaba marcando la diferencia en la vida de mi hijo-, pero asegurarme de que Jacob tuviera un pañal limpio o de que su barriga estuviera llena no me dejaba la misma sensación de satisfacción.
Un día leí por casualidad un ejemplar de “La familia: Una proclamación para el mundo” que estaba colgado en nuestro pasillo, y me fijé en el siguiente pasaje: “Los padres tienen el sagrado deber de educar a sus hijos en el amor y la rectitud, de satisfacer sus necesidades físicas y espirituales, de enseñarles a amarse y a servirse unos a otros, de observar los mandamientos de Dios y de ser ciudadanos respetuosos de la ley dondequiera que vivan” (Ensign, noviembre de 1995, pág. 102). Me di cuenta de que no hay trabajo más desafiante que el que acababa de describir y que tenía que tratarlo como tal. Decidí empezar por investigar más sobre el tema, como siempre había hecho cuando los clientes tenían asuntos con los que estaba menos familiarizado.
Convertirse en madre
Las madres emocionalmente ausentes presentan algunas variaciones, pero el tema común es que son insensibles a la experiencia emocional de sus hijos. Resulta especialmente confuso en aquellos casos en los que, por fuera, parecen ser padres implicados -quizás invertidos en la educación de los hijos, proporcionando recursos económicos y cosas similares- y, sin embargo, los hijos o los hijos adultos, cuando responden con sinceridad, informan de que no se sienten queridos ni siquiera conocidos de forma real.
La negligencia emocional puede adoptar muchas formas, desde que un padre tenga expectativas poco realistas o no escuche con atención, hasta que invalide las experiencias emocionales del niño hasta el punto de que empiece a dudar de sí mismo. Cuando un progenitor no está en sintonía emocional con su hijo, no hay un espejo que se sostenga, ni un reflejo positivo que se comparta con el niño. El desarrollo de un sentido positivo de sí mismo se convierte en un reto para el niño.
Pero ahora, como adulto, puedes elegir sanar tu negligencia emocional. Y cuando lo haces, te pones en un camino claro para ser más feliz y saludable y ser un padre más conectado y eficaz para tus hijos.Tomar la decisión de sanar tu negligencia emocional es como decir a muchas generaciones que se remontan en tu línea familiar: “La responsabilidad termina aquí. No entregaré esta carga a mis hijos”.
Qué es ser madre
2. Lo que un bebé va a hacer Lo que un bebé va a hacer Casi me queman el dedo meñique del pie con artemisa durante las sesiones de acupuntura, y tenía una instructora de yoga/doula que me hablaba de 30 posiciones dos veces por semana, todo en nombre de intentar dar la vuelta a mi niña. Tenía su cabecita junto a mi costilla, y ahí se quedaba. Estaba convencida de que iba a dar la vuelta hasta el final, ya que rompí la bolsa a las 4 de la mañana del día en que tenía que dar a luz. Cuando llegué al hospital me negué a que me pusieran una vía intravenosa porque estaba convencida de que no tendría que entrar en quirófano. Ni que decir tiene que esa última ecografía reveló un bebé exactamente donde había estado todo el tiempo. Entré en el quirófano cinco horas más tarde. Estar tumbada en una mesa de operaciones sabiendo que, sin la presencia de tus propios empujones, un humano saldrá muy pronto de tu cuerpo y te sentirás en general fatal (¡pero también eufórica!) es, en una palabra, surrealista.
7. Ser una “madre a la moda” no es una “maternidad de aspiración “Tuve la suerte de pasar semanas en casa con mi marido y mi familia cuando llegó Lila. Viví con dos pares de pantalones de chándal de Aritzia exactamente iguales durante gran parte de ese tiempo, combinados con viejas camisetas de American Apparel que facilitaban el acceso a la lactancia. No era nada elegante, pero, por supuesto, este tiempo se trataba de establecer vínculos y ser una fuente de alimento y comodidad para un nuevo ser humano, no de ser estéticamente agradable. Como soy una persona que aparentemente carece de previsión para saber que no necesitaría vestidos de verano y sandalias de tacón después del parto, empaqué muchos, muchos looks para mi tiempo en casa. Pero diré que, en las raras ocasiones en las que me puse uno de esos vestidos para dar algunos paseos al aire libre, volví a sentirme yo. Lo que me pongo es una gran parte de mi identidad. Si el maquillaje o la literatura o las revistas científicas o los reality shows o los semanarios de famosos te hacen sentir como tú, abraza esas pequeñas cosas durante unos minutos al día durante esos primeros meses: te ayudará a casar tu pasado con tu nuevo presente de forma concreta. Tratar de tener el mejor aspecto posible no era para montar un espectáculo, sino para reencontrar mi identidad.